Fraternidad

Amistad

Nuestra vida es vida común gozando de la amistad y comunión con las Hermanas, la familia que Dios nos ha regalado, compartiendo la experiencia de Dios día a día. Un estilo de vida que se basa en la humildad, sabiendo que llevamos “este Tesoro (la vida de Dios) en vasos de barro (la debilidad y el pecado)”. Es vida fraterna que tiende a nuestro ideal agustiniano: “tener una sola alma y un solo corazón orientados hacia  Dios”.

La vida de Comunidad es una escuela de amor, donde se crece como persona y se experimenta la propia debilidad, el pecado, y a la vez la alegría del perdón y la fuerza renovadora del Espíritu que da la común-unión en la diversidad. 

Nuestra vida contemplativa desde el carisma Agustiniano se realiza en Comunidad “para buscar en armoniosa concordia el conocimiento de Dios y del alma. De este modo los que primero lleguen a la verdad podrán comunicarla a los otros sin trabajo” (Soliloquios de San Agustín 1,12,20). “Conversar, reír, servirnos mutuamente con agrado, leer juntos, bromear y divertirnos unos con otros, discutir a veces, pero sin rencor, enseñarnos mutuamente, suspirar por los ausentes y recibir a los que llegan con alegría. Con estos signos, que proceden del corazón, se derretían nuestras almas, y de muchas se hacía una sola”, nos dice S. Agustín (Conf. IV,8,13)

Para S. Agustín la comunidad es el lugar de la verdadera amistad en Dios, de la Koinonía evangélica y lo vive siempre como don gratuito, como experiencia de Gracia. Nuestra Regla termina diciendo: “que el Señor os conceda observar todo esto movidas por la caridad, como enamoradas de la belleza espiritual, y exhalando con vuestra buena vida el buen olor de Cristo; no como siervas bajo la ley, sino como personas libres bajo la Gracia”

Trabajo como servicio a la comunidad, a la sociedad y forma de sustento

Los trabajos en los Monasterios son muy variados: huerta, dulces, bordados, restauración de arte y de libros, artesanía, trabajos de de ordenador, diseño de webs… Estos trabajos hechos con sencillez y paz nos permiten vivir en equilibrio nuestra vida contemplativa, significando una participación en la obra del Creador, contribuyendo al desarrollo personal, al servicio a los demás y al propio sustento.

Acogida

La hospitalidad es una característica de los Monasterios: acoger y compartir la búsqueda de la Verdad, de la Belleza y Bondad de Dios. Nacida de la experiencia contemplativa la acogida tiene un espíritu y unos rasgos propios: gratuita, amistosa, cercana, serena, sabe escuchar, estar, mirar y comunicarse con hondura. 

Dentro de la acogida monástica algunos monasterios ofrecen un espacio para el silencio y la oración a personas y grupos variados.

Una de las formas más importantes de la acogida en la vida contemplativa es ofrecer la posibilidad de compartir la oración y las celebraciones litúrgicas de la comunidad. La Liturgia de las Horas, permite a los fieles captar el sentido de Dios que ha de llenar nuestras horas y días.

Compartir

La búsqueda de Dios no es un proceso que afecta sólo a la persona, sino un proceso de amor para compartir y para ser una irradiación de alegría. Nos dice S. Agustín: “si amáis a Dios, atraed a todos al amor de Dios, orando, exhortando, dialogando con mansedumbre, con amabilidad…” (Serm. 78,6; Const. 37))

La comunicación espiritual, el compartir la experiencia de Dios nos lleva a acrecentar la fe y nos ayuda a recorrer el camino hacia Dios, nuestra meta común. Queremos:

  • Compartir una vida que desea y anhela que Dios sea conocido y llegue a ser Padre de todos.
  • Compartir una vida que, a pesar de las realidades de muerte que nos rodean, sabe descubrir y cantar la belleza de Dios, su Amor a los hombres, y se solidariza y ruega por las necesidades de la familia humana.
  • Compartir una vida que, sobre todo, quiere alabar y dar gracias a Dios continuamente, quiere vivir de la gratuidad del Señor y proclamar, desde su silencio, al mundo de hoy que Dios existe y que “nuestro corazón – el de cada hombre- está inquieto hasta que descanse en Él”.
  • Compartir una vida que quiere ser signo de la Vida eterna de Dios.
¿Hablamos?