Carisma
Lo esencial del carisma contemplativo agustiniano es vivir la interioridad y la fraternidad.
La tarea fundamental es la búsqueda de Dios, a través de: La vida en fraternidad y amistad, la vida espiritual, la oración, la Eucaristía y el Oficio divino, el estudio y el trabajo compartido, todo ello en un clima de silencio.
El mensaje
“No quieras derramarte fuera; entra en ti mismo, porque en el corazón del hombre habita la verdad, habita Cristo” (S. Agustín)
El hombre vale por lo que es en su interior, en la presencia de Dios que lee los corazones.
“Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (S. Agustín)
El encuentro con Cristo a través de la reflexión, la escucha de la Palabra de Dios y el descubrimiento de la acción salvífica de Dios en la historia concreta, produce una profunda felicidad y nos reconcilia con nuestra vida. En Cristo es posible vivir la propia humanidad en plenitud.
Ella nos ha dado a luz a la vida nueva de hijos de Dios y es signo de comunión en medio del mundo.
Nuestro servicio a la Iglesia y al mundo lo realizamos a través de la oración y entrega de la propia vida, buscando ser signos y testigos de la existencia y plenitud de Dios, de su cercanía y amor al hombre de hoy.
La clausura
Este Carisma lo vivimos desde la Clausura. La vida retirada del mundo no es una huida sino un modo de profundizar en los designios de Dios para el hombre, aportando la experiencia de un Dios que es el mejor amigo del hombre y Padre de todos; ofreciendo un espacio de acogida a todos los que buscan, aún sin saberlo, la paz y el amor de Dios.
La separación del mundo o clausura dentro de la vida contemplativa tiene diversas modalidades: Papal, Constitucional y Monástica. La pluralidad de modos dentro de la misma Orden, debido a la tradición y espiritualidad, supone una riqueza que armoniza diversas sensibilidades en una unidad superior.
Nuestras Constituciones nos invitan a compartir lo descubierto en la oración, meditación o estudio, a través de escritos, encuentros de oración, reflexión en grupo, colaboración con los Agustinos,… de acuerdo con nuestra condición de contemplativas; a amar a la Iglesia como madre, con un especial amor y fidelidad, anteponiendo siempre sus necesidades a nuestros intereses; y a practicar la hospitalidad con auténtico espíritu de acogida fraterna. (Const. 53, 158)
Nuestros Monasterios quieren ser puntos de referencia en la búsqueda del Dios, lo que nos permite a su vez encontrarnos a nosotros mismos; lugares apropiados de acogida, por la rica humanidad que se experimenta, y de oración, por la amistad de Dios que se desea comunicar.